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Alexander logra vencer leucemia linfoblástica de alto riesgo

Pese a lo difícil de la enfermedad la experiencia le ayudó a convertirse en mejor persona

“Si pudiera cambiar mi pasado y haber elegido no enfermarme, ¿lo haría?, -sin pensarlo se responde a sí mismo de inmediato con los ojos llenos de lágrimas-, no, no cambiaría nada. No lo haría, a pesar de la dura experiencia por la que tuve que pasar, a pesar de todo lo doloroso que fue, hubo muchas a las personas que conocí, todo ese enorme grupo de personas que me ayudaron en todo momento, el apoyo que recibí junto con mi familia, son lo que me ayudaron a ser lo que hoy soy”.

Es el Alexander Sánchez, hoy tiene 18 años, pero hace poco más de tres y medio fue diagnosticado con leucemia linfoblástica de muy alto riesgo, además y también tuvo infiltración a testículo, lo que hizo que su diagnóstico fuera más complicado y la vida de Alexander dio un giro de 180 grados.

Los síntomas que presentó fueron: fotofobia, comenzó a palidecer, moretones, sangrado, petequias y mucho cansancio. Un accidente le ocasionó una fractura de mandíbula, que lo dejó sin comer, pero los médicos pensaban que era paperas, por lo que los fármacos lejos de ayudar, sólo lo empeoraron más, de echo tuvo temperatura varios días que no cedía.

Alexander pasó de ser un joven estudioso, quien asistía con particular gozo a la escuela, con muchos amigos y sin falta practicar futbol soccer los fines de semana, a tener que andar deambulando de médico en médico durante varios meses porque nadie sabía qué tenía.

Los síntomas fueron poco claros y la falta de conocimiento de los médicos generales ocasionaron que Alexander y Maribel Rodríguez, su mamá, perdieran un valioso tiempo, hasta que llegaron con un médico que en el primer interrogatorio soltó: “lo más probable es que tengas leucemia”, y de inmediato mandó hacerle estudios, mismos que confirmaron la sospecha.

Hubo una etapa de su vida que se volvió en un constante entrar y salir del hospital, por periodos de 15 días de hospitalización, lo daban de alta y al poco tiempo volvía a ingresar “llegó un momento en el que supe que en mi vida ya nada iba a ser igual que antes y entendí que iba a pasar mucho tiempo hospitalizado, y no iba a poder ir a la escuela, ni jugar con mis amigos, comencé a entender que iba a pasar un largo tiempo enfrentando mi enfermedad y me fui preparando para ello.

Las constantes entradas y salidas del hospital, obligaron a Alexander a tomar clases a distancia, como hace ahora, pero eso fue hace tres años, y siempre contó con el apoyo incondicional de sus compañeros, maestros y directivos del plantel donde estudiaba para que no perdiera el año.

Conforme se fue sintiendo mejor, había veces que asistía a clases presenciales, pero ya no era el mismo joven deportista, ahora lucía pálido y con gorra por la pérdida de cabello resultado de las quimioterapias, “pero nunca me sentí excluido, siempre hubo mucho cariño y apoyo de todos mis compañeros”.

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